Cierto día, el jefe de los conchaguas reunió a todos los hombres para que construyeran una gran pila en la montaña, llamada Chilagual, pues la Diosa de las Aguas le había revelado en sueños al jefe que en ése lugar brotaría una fuente que serviría para mitigar la sed de los habitantes del pueblo y de sus descendientes.
Trabajaron sin descanso y al cabo de algunos días terminaron La Pilona. Como no había brotado ni una sola gota de agua, los conchaguas pensaron en consagrar la Pila a la Diosa de las Aguas.
Cuando los habitantes celebraban dichos festejos, apareció en el volcán de Conchagua una nube en forma de serpiente con alas que se fue haciendo grande hasta abarcar el firmamento.
Entonces comenzó a llover y llover, que parecía un diluvio. Cuando la lluvia cesó y volvió a brillar el sol, los conchaguas fueron a ver La Pilona y la encontraron rebosando de agua fresca y cristalina.
La gente que tomaba de esa agua rejuvenecía. Y nadie podía ensuciarla, porque en la cueva donde brotaba el agua, vivía una gran serpiente alada que descendió del cielo el día en que se llenó por primera vez.
Pasaron muchos años y un día apareció una maléfica bruja que venía de Managua. Al ver la hermosa pila intentó bañarse en ella, pero los conchaguas no se lo permitieron.
Enojada la bruja, amenazó al pueblo diciéndole que se llevaría el encanto de las aguas.
La malvada bruja llegó hasta La Pilona, sacó un cascarón de huevo de jolota y lo llenó de agua, La Pilona empezó a secarse.
La bruja, volando por los aires, se llevó el encanto de las aguas hasta Nicaragua, brotando así el gran lago de Xolotlán, conocido por Lago de Nicaragua. Los conchaguas persiguieron a la bruja pero no lograron arrebatarle el agua de La Pilona.