En las cercanías de Izalco (Sonsonate) se encuentra la quebrada llamada Barranca de los Olotes. En ese lugar, izalqueños y españoles, sostuvieron un combate muy cruel. Esto sucedió en la época de la conquista.
Cuentan que el sol se oscureció por la gran cantida de flechas que lanzaban los bravos guerreros. A pesar de eso, los indígenas fueron vencidos, debido a la superioridad del armamento español.
Dicen que ese día el calor era excesivo. Pedro de Alvarado quiso descansar un momento y apoyó su pie sobre una piedra.
Tanto calor hacía que la piedra se había ablandado y quedó grabada en ella, para siempre, la huella del invasor.