Se cuenta que en la cumbre del cerro Conchagua, a tres kilómetros al sur de la población, en una cueva habitaba una hermosa mujer que se dedicaba a robar grandes cantidades de dinero. Su nombre era Juana Francisca Callejas, pero le decían Juana Pancha.

Era una hechicera que volaba de un lugar a otro y con la rapidez del viento podía desaparecer.
Con frecuencia hacía sus hechizos, que la llevaban al palacio de los capitanes generales de la antigua Guatemala y en ocasiones se convertía en un animal casero, capaz de entrar en cualquier lugar y sustraer los botines.
Dicen que una noche, cuando viajaba a su acostumbrada visita de la Unión a Guatemala, unos hombres hechiceros la atraparon y en consejo acordaron que debían quemarla.
Ella, en venganza, dejó la cueva encantada y toda persona que llega ahí nunca más vuelve a salir, y entre más lo intenta más se pierde en los opuestos caminos que conducen a su misteriosa abertura.
Sin embargo hay una profecía que dice que “el embrujo cesará a las tres de la tarde en un Viernes Santo, si alguien se atreve a entrar a la cueva y dormir esa noche, solo, sin temor a lo que pueda escuchar”

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