Desde tiempos de nuestros antepasados en El Salvador la riqueza se ha asociado muchas veces con pactos satánicos y se ha creído que quienes se superan materialmente en algunos casos es porque han vendido su alma al diablo a cambio de riquezas.
Antiguamente era común encontrar personas que en lugar de gastar su dinero preferían guardarlo en un lugar seguro y para ello lo depositaban en cántaros o botijas de barro y los enterraban en la tierra, de esto se forma esta leyenda.

Contaban nuestros abuelos que eran cantaros llenos de monedas de plata o de oro enterrados; que con el pasar de los años quedaban al descubierto; pero aquel que se encontraba una botija se aferraba a ella a tal grado que solo vivía para cuidarla, nunca llegaba a gastarse ni una sola de sus monedas y moría en la miseria.
Más de alguno de nuestros abuelos las han visto cuando eran jóvenes pero han preferido seguir su pobreza; a que el mal les gane el alma.
Existen quienes cuentan que estas botijas es dinero pactado; que alguna persona a hecho con Satanás y al no poder cumplir su trato; el se llevaba el cuerpo y el alma de la persona, luego volvía a enterrar este caudal de dinero en una botija para atrapar a otro ambicioso que se atreva a desenterrarla y así poder ganar también su alma.
Aún quedan muchos cántaros con monedas de oro o plata por desenterrar.

El Cadejo
La carreta chillona
El justo juez de la noche
El jinete sin cabeza
La Llorona
La descarnada
La poza del Bululú
El Gritón de media noche