El justo juez de la noche

Según cuenta la leyenda, el justo juez de la noche es un personaje salvadoreño como fantasma que suele aparecérsele a quienes acostumbran a caminar por las zonas rurales a altas horas de la noche.

El justo juez de la noche

Quienes lo han visto aseguran que es un hombre con sombrero, vestido totalmente de negro montado sobre un caballo de ese mismo color y en su mano sostiene una rienda o un lazo para castigar a quienes se encuentre en su camino. Su estatura es bastante alta y algunos mencionan que no tiene cabeza, que en su lugar se observa solamente una columna de humo.

Es un hombre errante y en los lugares que pasa el viento mueve violentamente las ramas de los árboles. Las personas que se han visto sorprendidas con su presencia, afirman regresar advertidos a sus casas, pues el Justo Juez de la Noche afirma que la noche le pertenece solo a él.

Además se cuenta que en más de alguna ocasión, mostrándose como un vigilante del orden, ha azotado a cualquier incauto a manera de reprimenda por no haber caso de sus órdenes de no salir de noche. El Justo Juez de la Noche pertenece al folklore de El Salvador, y su origen parece remontarse la época de la colonización española, cuando era necesario mantener la tranquilidad por la noche y ahuyentar los peligros de la misma.

El territorio donde deambulada haciendo sus abruptas apariciones se limitaba a la entonces pequeña nación recién independizada de la España, El Salvador; su espíritu se aparecía solamente a las áreas rurales; el encuentro de los tropiezos de personas durante las noches, lo describían como un fantasma de pocas palabras, solamente preguntaba y repreguntaba, si lo consideraba conveniente.

Efectivamente, se trataba de todo un juez, por propio criterio, impartía justicia a su modo, cuidaba aquellos habitantes decentes y trabajadores honrados, de perturbaciones de los vagos, haraganes, zánganos, viciosos, delincuentes, en fin de los apoderados del mal espíritu .

Como “juez justo”. impartía a diestra y siniestra después de analizar la transgresión nocturna, el castigo: propinar latigazos. Los pobladores se sometían a sus reglas, obligadas a ser obedecidas y respetadas.


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1 comentario

  1. Naomi Giselle Cuellar dice:

    Muy buena leyenda

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