Cuenta la leyenda que la Virgen de la Inmaculada Concepción salvó al municipio de ser destruido por la constantes erupciones que hacía el volcán en esta localidad y ahí se formó una leyenda.
Cada año, muchos izalqueños recorren un largo trecho, la mañana del 10 de diciembre, con rumbo a las faldas del silencioso Volcán de Izalco. La romería hacia el monumento de la Virgen se acompaña de cantos marianos. Éste se ubica seis kilómetros arriba del coloso, en el cantón Chorro Arriba.
Aquel recorrido lo hacen, entre otras razones, por fe, por agraciarse con la Virgen luego de que, en 1935, hiciera el milagro de detener la lava que amenazaba con cubrir el pueblo izalqueño.
Desde hace casi un siglo, el volcán empezó a lanzar lava. Corría el peligro de que ésta descendiera sobre las faldas.
El entonces párroco de la Iglesia Dolores, Salvador Castillo, reunió a un grupo de feligreses y emprendieron, con la imagen de la Inmaculada Concepción en alto, una procesión por los alrededores. El volcán se calmó. La lava no salió más.
Por lo que fue considerado un milagro se prometió que cada 10 de diciembre se realizarían misas sobre la faldas en honor de la Santa Madre.
Desde ese día, además, se colocó la estatua de la virgen justo donde la lava cambió de rumbo.
Los izalqueños han cumplido su promesa todos los años, a pesar de que el cráter está pasivo desde hace más de tres décadas; y es que la virgen no ha dejado de hacerles milagros.